Para Bowlby en 1969 , un niño que tiene apego a alguien, significa que está dispuesto a buscar la proximidad y el contacto en una figura concreta. Esto sucede en determinadas situaciones, sobre todo cuando está asustado, cansado o enfermo. Dando un paso más allá, lo cierto es que todos necesitamos vínculos de apego, que van cambiando o adaptándose a nuevos roles.
El apego desorganizado se ha relacionado, en su origen, conambientes patológicos y diferentes formas de maltrato infantil, físico o emocional dentro del sistema familiar. En este sentido, las víctimas de actos violentos y maltrato físico pueden tener dificultades para relacionarse con otras personas, simplemente por desconocimiento o falta de un modelo relacional de referencia.
La probabilidad de que la ira que acompaña a estos niños termine incorporándose de alguna manera a su personalidad es muy grande. Esta carga emocional negativa dificulta el control de su propio comportamiento y la regulación de sus propias emociones, aumentando así el riesgo de que ellos también recurran a la violencia.
Los castigos desproporcionados y el maltratado son fuentes de mensajes destructivos para las víctimas, que estas interiorizan a niveles muy profundos por venir de personas de referencia. En consecuencia, producen un gran impacto en áreas críticas del desarrollo infantil, perjudicando su futuro desarrollo social, emocional y cognitivo… mientras arruinan infancias.
1. La distorsión de la imagen de sí mismo y baja autoestima.
Un niño con apego desorganizado puede generar una mala imagen de sí mismo. Puede incluso creer que él es la causa del descontrol de sus padres, lo que le llevará a auto-representarse como una persona mala, inadecuada o peligrosa. En consecuencia, el mundo en general les resulta un lugar inseguro y caótico, donde existen normas y reglas que se escapan a su comprensión: no son capaces de actuar con “acierto”.
2. Mayor tasa de problemas de conducta.
Los tipos de apego inseguro, y especialmente el desorganizado, se encuentran asociados a mayores tasas de conducta antisocial y problemas de conducta. No es raro que reproduzcan el patrón de relación que ven en casa con sus compañeros y cuidadores. Sienten confusión y aprensión respecto a la proximidad con los padres, ya que no tienen claro cómo ni cuándo van a responder a sus necesidades. Además, desconfían de los contactos físicos, particularmente de los adultos.
3. Desarrollo de trastornos de angustia y depresión.
La tristeza, la indiferencia o el enfado son las emociones más comunes en el rostro de estos pequeños. A esta conjugación emocional, además hay que sumarle la falta de motivación, pudiendo llevarles a un estado de ánimo deprimido o a comportamientos autodestructivos en los casos más graves. Otros síntomas, como el miedo, la ansiedad o el estrés postraumático, son la consecuencia natural de vivir en un contexto que les importa, pero que no controlan.
4. Problemas de atención y concentración.
Gracias a numerosos estudios, se sabe que los niños con TDAH presentan un importante déficit en habilidades de autoregulación, es decir que tienen problemas a la hora de control de impulsos, capacidad de calmarse, regulación de los afectos, perseverancia, inhibición, etc.. Lo cierto, y sin salirnos del tema que nos ocupa, es que la relación temprana entre el niño y sus cuidadores primarios condiciona la base para adquirir dichas competencias. Por tanto, los niños con apego tipo D son más vulnerables a presentar problemas en la adquisición de estas habilidades.
5. Muestran mayor alteración del sistema nervioso.
En ocasiones, estos niños no interactúan con sus iguales ni con sus cuidadores. Al no contar con las habilidades y los refuerzos necesarios, no saben cómo responder a los demás ante ciertas situaciones. De hecho, se ha observado que realizan movimientos inacabados o desorientados sin una clara dirección o intención. Muestran inmovilización, golpeteo con las manos o la cabeza y el deseo de escapar de la situación, aun en presencia de sus cuidadores.